jueves, 22 de noviembre de 2007

El placer y la belleza de comer un asado

El fuego está listo… el asador, que al final se llevará el aplauso, distribuye armoniosamente la carne en la parrilla. Mientras matizan la espera, empieza el ritual: Se descorcha el primer tinto; el salame, el queso, la morcilla fría y un trozo de pan se convierten en una picada que seducen a los muchachos a desafiarla; de reojo, se puede ver a algún desubicado preparando un fernet con coca cola.
Con el correr de los minutos, a los guasos el vino ya no les parece puro, ya que al beberlo se les hace agua la boca al ver que la carne comienza a tornarse doradita. "Jugosa, a punto o cocida" - grita el asador -. A los vagos le resulta indistinto depositando la confianza en el maestro de las brasas (dicho de otra manera, no sería otra cosa que el dueño de casa). Pero ojo, a no confundirse, porque sería un insulto para el paladar de cualquiera que la carne se haya cocinado rápido por fuera y que esté cruda por dentro.
Cuando todo está listo, en un ambiente de amigos pero familiar a la vez, comienza el segundo ritual: sin ningún utensillo, los muchachos se llevan las primeras achuras a la boca, y el choripan con chimichurri es la dama de honor en la junta. Todo parece marchar sobre ruedas, hasta … hasta que llega una mujer con una fuente de ensalada. “Para que traerá esa gilada de lechuga y tomate” se preguntaran los hombres, manteniendo sus convicciones como reza el axioma: un verdadero asado consta sólo de carne y pan, y si se quiere una picada al comienzo.
La velada continua con chistes y anécdotas. Luego el silencio invade el entorno… señal de que los vagos palpitan la llegada inexorable del matambre y la costilla, cuyo aroma perfuma el ambiente como si se tratara de un jardín lleno de flores silvestres. Cuando todos están embriagados y satisfechos, el asador, como viejo lobo que es, saca la última carta de la manga: ¡la molleja! Esta pieza exquisita en una tabla suplanta a cualquier postre que puedan presentar en la mesa. Y de este modo finaliza el placer y la belleza de comer un asado.
“Al final nadie se comió la ensalada” - murmuró una mina.
* Aclaración: Muchachos, guasos y vagos = Hombres
Yo, Diego

lunes, 29 de octubre de 2007

La ira y la sombra

... MOMENTANEAMENTE CENSURADO...

miércoles, 26 de septiembre de 2007

Mito y realidad

Podríamos trasladar aquella alegoría del "Mito de la Caverna" que escribió Platón en el VII libro de "La República" a la vida del hombre hoy en día. Comenzaré con un resumen del mito para luego hacer una comparación con la actualidad. El filósofo griego utilizó una alegoría para manifestar la relación entre el ser humano y la falta de conocimiento. Describió a unos prisioneros, desde su nacimiento, en una caverna atados con cadenas y colocados de forma que sólo podían mirar hacia el fondo de la cueva. Detrás de ellos y en dirección a la salida, un pasillo, un muro y luego una hoguera. Por el pasillo del muro circulaban hombres cuyas sombras, gracias a la iluminación del fuego, se proyectaban en la pared que los prisioneros podían apreciar. En esta situación los prisioneros creían que las sombras que veían y el eco de las voces que oían era la realidad. Sin embargo, la verdad es que el mundo que estaba afuera de la caverna era el mundo real.
Esta alegoría pone en manifiesto que los seres humanos pueden engañarse a sí mismos y es repetida durante la historia por varios filósofos. También se hace alusión a este tema en el libro "La Vida es un sueño" de Calderón de la Barca y en la película Matrix.
Sin ir mas lejos, sólo por poner un ejemplo, nos fijemos en los hombres de Bin Laden, que se le han enseñado ciertas creencias monolíticas y que fueron condicionados desde su nacimiento, sin pluralidad ideológica y sin la posibilidad de crecer en un entorno amplio y democrático. Pero no sólo a este tipo de religión y cultura me refiero. Sucede que casi todos nacemos como prisioneros, atados con cadenas. Debemos tratar de romperlas para poder mirar a nuestro alrededor, razonar de manera lógica y ver la realidad que no sea a través de condicionamientos mentales. No nos dejemos manejar como marionetas de maderas. Aunque no es simple y esperemos que todos los días haya algún avance en el corto camino de la vida y, más aún, si se trata de los enigmáticos designios del destino.
Yo, Diego