jueves, 22 de noviembre de 2007

El placer y la belleza de comer un asado

El fuego está listo… el asador, que al final se llevará el aplauso, distribuye armoniosamente la carne en la parrilla. Mientras matizan la espera, empieza el ritual: Se descorcha el primer tinto; el salame, el queso, la morcilla fría y un trozo de pan se convierten en una picada que seducen a los muchachos a desafiarla; de reojo, se puede ver a algún desubicado preparando un fernet con coca cola.
Con el correr de los minutos, a los guasos el vino ya no les parece puro, ya que al beberlo se les hace agua la boca al ver que la carne comienza a tornarse doradita. "Jugosa, a punto o cocida" - grita el asador -. A los vagos le resulta indistinto depositando la confianza en el maestro de las brasas (dicho de otra manera, no sería otra cosa que el dueño de casa). Pero ojo, a no confundirse, porque sería un insulto para el paladar de cualquiera que la carne se haya cocinado rápido por fuera y que esté cruda por dentro.
Cuando todo está listo, en un ambiente de amigos pero familiar a la vez, comienza el segundo ritual: sin ningún utensillo, los muchachos se llevan las primeras achuras a la boca, y el choripan con chimichurri es la dama de honor en la junta. Todo parece marchar sobre ruedas, hasta … hasta que llega una mujer con una fuente de ensalada. “Para que traerá esa gilada de lechuga y tomate” se preguntaran los hombres, manteniendo sus convicciones como reza el axioma: un verdadero asado consta sólo de carne y pan, y si se quiere una picada al comienzo.
La velada continua con chistes y anécdotas. Luego el silencio invade el entorno… señal de que los vagos palpitan la llegada inexorable del matambre y la costilla, cuyo aroma perfuma el ambiente como si se tratara de un jardín lleno de flores silvestres. Cuando todos están embriagados y satisfechos, el asador, como viejo lobo que es, saca la última carta de la manga: ¡la molleja! Esta pieza exquisita en una tabla suplanta a cualquier postre que puedan presentar en la mesa. Y de este modo finaliza el placer y la belleza de comer un asado.
“Al final nadie se comió la ensalada” - murmuró una mina.
* Aclaración: Muchachos, guasos y vagos = Hombres
Yo, Diego