
Con el correr de los minutos, a los guasos el vino ya no les parece puro, ya que al beberlo se les hace agua la boca al ver que la carne comienza a tornarse doradita. "Jugosa, a punto o cocida" - grita el asador -. A los vagos le resulta indistinto depositando la confianza en el maestro de las brasas (dicho de otra manera, no sería otra cosa que el dueño de casa). Pero ojo, a no confundirse, porque sería un insulto para el paladar de cualquiera que la carne se haya cocinado rápido por fuera y que esté cruda por dentro.
Cuando todo está listo, en un ambiente de amigos pero familiar a la vez, comienza el segundo ritual: sin ningún utensillo, los muchachos se llevan las primeras achuras a la boca, y el choripan con chimichurri es la dama de honor en la junta. Todo parece marchar sobre ruedas, hasta … hasta que llega una mujer con una fuente de ensalada. “Para que traerá esa gilada de lechuga y tomate” se preguntaran los hombres, manteniendo sus convicciones como reza el axioma: un verdadero asado consta sólo de carne y pan, y si se quiere una picada al comienzo.
La velada continua con chistes y anécdotas. Luego el silencio invade el entorno… señal de que los vagos palpitan la llegada inexorable del matambre y la costilla, cuyo aroma perfuma el ambiente como si se tratara de un jardín lleno de flores silvestres. Cuando todos están embriagados y satisfechos, el asador, como viejo lobo que es, saca la última carta de la manga: ¡la molleja! Esta pieza exquisita en una tabla suplanta a cualquier postre que puedan presentar en la mesa. Y de este modo finaliza el placer y la belleza de comer un asado.
“Al final nadie se comió la ensalada” - murmuró una mina.
* Aclaración: Muchachos, guasos y vagos = Hombres
* Aclaración: Muchachos, guasos y vagos = Hombres
Yo, Diego